miércoles, junio 03, 2015

¿Qué pasa en el cerebro de un asesino?



¿Qué pasa en el cerebro de un asesino? Pienso que atentar contra la vida es consecuencia de la pérdida de sensibilidad. Al volvernos insensibles, podemos atentar contra toda forma de vida con total indiferencia: insectos, plantas, peces, toros, etc... La insensibilidad no tiene límites, así que también se nos puede "educar" para matar a nuestros semejantes con esa misma indiferencia. Los medios de comunicación se centran en el crimen común y eso hace que normalmente hablemos del asesino suburbial, el psicópata insociable, el fanático terrorista y tipos parecidos, pero en realidad los criminales comunes no han matado nunca tanto como lo ha hecho, por ejemplo, la Segunda Guerra Mundial (50 millones de personas), la Inquisición, los genocidios perpetrados por Estados o mega-religiones, la pena de muerte vigente en muchos países (por ejemplo, en China -ese gran "aliado" de Occidente-, donde se sospecha que millones de presos de la secta Falun Gong podrían estar perdiendo la vida), etc... Volviendo a la falta de sensibilidad, otro ardid efectivo, por desgracia, es relacionar sensibilidad con debilidad (lo mismo se hace con los conceptos de amor, caridad, compasión, etc... Se los relaciona con la debilidad, con la falta de integridad y aceptación de sí mismo, o simplemente se populariza la versión más burda y simple de ellos)... Veamos, por ejemplo, una pose social bastante popular entre los varones en épocas no muy lejanas: la veíamos en anuncios, películas y líderes sociales: un hombre con cara de póker, con su cigarrillo en la mano, su vaso de whisky, su costumbre de escupir sin que haya ninguna enfermedad o problema digestivo que le condicione a hacerlo... Sin embargo, nadie dice la verdad: que todos estos elementos evidencian su debilidad, su falta de aceptación, su dependencia, sus complejos de inferioridad que intenta ocultar tras una pose de estudiada autosuficiencia... Una vez que tenemos al "personaje" aquí descrito, este puede degenerar hasta el más atroz de los crímenes: puede acabar con sus propios hijos como el que arranca unas flores en el campo, porque quien no se estima y valora a sí mismo, siente el mismo desprecio por sus semejantes, empezando por los más cercanos.

Jesús María Bustelo Acevedo